Testimonios
En La Puerta Panama hemos visto el poder especial del amor de Dios en acción. Las personas que han luchado contra la adicción, el dolor o el vacío han encontrado nuevos comienzos y ahora experimentan paz, alegría y esperanza. Inspírate con estas historias personales de fe y cambio: prueba de que para Dios nada es imposible.
Wenderly - Gieselle
Wenderly
Mi nombre es Wenderly.
Yo vengo de una familia de 4 personas. Mi papá, mi mamá, mi hermana y yo. Mis padres nos inculcaron desde niño la religión católica e hicieron todo lo posible para darnos una buena educación con buenas normas y valores. Cuando llegué a la edad de 14 años mi conducta empezó a cambiar por las malas decisiones que estaba tomando. Eso me llevó a la adicción y también a la depresión. Siempre pensé que si fui bautizado de niño, si iba de vez en cuando a la iglesia católica y si hacía buenas obras que automáticamente Dios estuviera en mi vida. Pero descubrí que solamente por arrepentimiento de nuestros pecados y por poner nuestra fe en lo que Jesús ha hecho por nosotros, Dios nos acepta como su hijo.
El 2 de enero del año 2002 invité a Jesús en mi corazón. Me arrepentí, pedí perdón por mis pecados y me alejé de las cosas malas que estaba haciendo. Por primera vez en mi vida comencé a experimentar la realidad de Dios. Estaba feliz, tenía esperanza en mi corazón. Podía empezar de nuevo! A partir de ese momento noté un gran cambio en todos las áreas de mi vida. Ya no quería estar involucrado en el pecado y permanecer indiferente ante Dios. El me ha dado la fuerza para tener la victoria y además conocerle como un buen Padre. El me liberó de mi adicción y de la depresión.
Si aún no has dado una oportunidad a Dios, permite que él obre en tu vida.

Gieselle
Hola, soy Gieselle y tengo 38 años. Crecí en una familia católica y solo íbamos a la iglesia en Navidad o para un funeral. Como persona, no me importaba lo que la gente pensara de mí. Yo quería hacer lo que me diera la gana. Era una persona celosa, amargada, orgullosa y muy insegura, que fingía que todo estaba bien. Pero por dentro me sentía rota y deseaba liberarme de todo eso.
Hasta que escuché que podía tener una relación personal con Dios al pedirle perdón y aceptarlo como mi Señor y Salvador. Esa noche tomé una decisión consciente por Jesús. No quería seguir siendo la misma persona; quería ser libre de mis celos, de mi orgullo, de mi amargura y de mi inseguridad.
Hoy, años después, puedo decir que fue la mejor decisión que he tomado. He sido liberada de los celos, del orgullo, de la amargura y de la inseguridad, y estoy agradecida porque Dios me ha guardado de muchas cosas. Sé que mis pecados han sido perdonados y que voy camino al cielo.
Para ti, que aún no conoces a Dios, quiero animarte a que tomes una decisión por Él. Él es el único que puede perdonar tus pecados y darte la seguridad de que también vas camino al cielo.

